Me levante en la madrugada para dejar abajo del árbol los regalos de Santa Claus.
Llovía, tanto que el ruido de la lluvia contra los cristales hacia casi imperceptible el que yo hacía con los regalos.
Regrese a la cama y espere a que llegara la mañana para ver la cara de mi marido cuando viera sus regalos. Cuando amaneció me desperté cuando lo escuche pronunciando exclamaciones de asombro.
Me levante como disparada por una catapulta, agarre la cámara, quería agarrarlo infraganti, imaginaba su cara de niño chiquito abriendo sus regalos, salí de puntillas de la recamara y camine hacia la sala.
Muy a mi pesar su sorpresa no se debía a los regalos, estaba parado frente a la ventana, con la nariz pegada al vidrio como niño en un aparador cuando del otro lado hay un montón de dulces exhibidos.
Me acerque hasta donde estaba, el me miro, me tomo de la mano y me jalo hacia la ventana, “mira amor, no inventes, ¿Qué onda?” Cuando me asome, mi asombro fue tan grande como el de él, la lluvia del día anterior había sido más fuerte de lo que pensé.
La calle parecía un rio que arrastraba basura, plantas y partes de arboles calle abajo. Había granizado y las perlas de hielo cubrían lo que no estaba inundado. Las banquetas se veían completamente blancas. Los coches tenían una capa de hielo que se acumulaba en los parabrisas, cofres y cajuelas como pequeñas montañas.
Nuestro balcón estaba totalmente cubierto por el granizo. Aun con la puerta cerrada se colaba el frio. La gente se asomaba a las ventanas de la misma manera que lo hacíamos nosotros, incrédulos ante lo que veían.
Fui a prender las noticias y la tormenta había azotado todo el distrito federal.
Todas las vías rápidas que estaban a desnivel estaban inundadas, las brigadas de rescatistas habían trabajado toda la noche para rescatar a todos lo que salieron tarde de la cena navideña y quedaron atrapados por el agua.
Cientos de autos descompuestos eran arrastrados por grúas, el desagüe de la ciudad, para variar, no había soportado la gran cantidad de agua que caí del cielo, muchos acueductos se rompieron debido a la presión, las coladeras de taparon por el granizo.
Agua de lluvia se mezclaba con las aguas negras que salían a borbotones de las tuberías. Bomberos, policías, protección civil y varios grupos independientes trabajan sin cesar para destapar coladeras, reparar tuberías y ayudar a la gente que se veía afectada por las lluvias.
El norte del país seguía bajo la nieve y empeoraba conforme pasaba el tiempo. La parte sur del país enfrentaba problemas también, el volcán Santiaguito en Guatemala hizo erupción y cubrió con lava gran parte de Guatemala y la zona que no fue afectada por el material incandescente, está cubierto por ceniza volcánica afectando gran parte de Chiapas.
Cambie de canal y el volcán Etna también había hecho erupción dejando bajo la lava toda Sicilia. Nicaragua y El Salvador se encontraban en alerta ya que sus volcanes mostraban mucha actividad y se temía que hicieran erupción de un momento a otro.
No solo los volcanes y las nueves estuvieron activos durante la noche. Hubo terremotos en muchos lugares España, Philipinas, Turquía, Rumania, China y Nueva Zelanda se enfrentaban a la destrucción provocada por el movimiento de la tierra.
Alemania, Polinia, Republica Checa, Eslovaquia y Hungría fueron azotados por tormentas de arena provocando miles de accidentes ya que de un momento a otro todas las personas que iban conduciendo perdieron visibilidad y control sobre los vehículos que patinaban en la arena.
Islandia, Inglaterra, Escocia e Irlanda trataban de calcular en dinero las perdidas y destrozos que habían provocado grandes tornados.
De un momento a otro, todo era caos, parecía que no había un solo país que no estuviera enfrentando una furia desmedida de la naturaleza. Y los que aun no lo padecían parecía que estaban en lista de espera.
En la calle, la gente salía con cubetas a tratar de limpiar las coladeras y así agilizar el flujo del agua, entre basura, trozos de arboles y escombros menores que
la corriente arrastraba parecía ser una tarea sin final.
Las grandes cantidades de granizo se derretían bajo los caudales de agua pero la baja temperatura del aire hacia que se volviera a congelar pero ahora en grandes trozos de hielo que dificultaban aun más el acceso del agua al desagüe.
Llamamos a todos nuestros parientes y amigos, asegurándonos que nadie hubiera sido víctima de los torrenciales que cayeron durante la noche, al parecer todo estaba bien.
Decidimos bajar a ayudar, nos pusimos ropa vieja que no importaba si se maltrataba, y bajamos a unirnos a la infinita cantidad de vecinos que preocupados por la situación se organizaban de una manera que sorprendía, como si se hubiera practicado mil veces y estuvieran listos para hacerle frente a este tipo de problemas.
Estábamos acarreando cubetas llenas de basura y trozos de hielo, apilando todo en los camellones, lejos de las corrientes de agua, un grupo de vecinos se encargaban de hacerle barricadas a los desechos por si el caudal subía, hubiera algo que impidiera que se llevara todo lo que habíamos recolectado.
Mi coche, mi coche, cuando lo vi me dieron ganas de llorar, el agua le daba a la mitad de las puertas, me asome por una ventana y vi como se había filtrado el agua y los tapetes flotaban entre el piso y los asientos.
El coche de mi marido estaba igual y cuando caímos en cuenta, no era nuestra mala suerte, todos estaban igual.
Nos miramos desolados, mi marido se acerco y me dio un beso en la frente y me abrazo y justo en ese momento el suelo comenzó a vibrar.
Los arboles empezaron a moverse de un lado a otro, agitando sus ramas aun húmedas.
Las paredes de los edificios empezaron a crujir, las pocas alarmas de los coches que aun servían sonaban desafinadas y de manera intermitente al detectar el movimiento.
Todos nos miramos quietos, teníamos que salir del agua, arriba de nosotros había cables de alta tensión que se columpiaban violentamente y los postes no parecían particularmente firmes.
Salimos de las calles, en cuestión de segundos todo estábamos en los camellones, seguíamos mojados pero ya no estábamos metidos en el agua.
Los edificios se movían de manera errática, comenzó a ser difícil mantenerse de pie con tal ajetreo, los vidrios de los departamentos y las casas empezaron a romperse, más bien a estallas.
Nos cubrimos para evitar que las astillas de los cristales nos hirieran, cuando dejamos de escuchar que caían vidrios nos volvimos a incorporar tan rápido como pudimos.
El suelo seguía moviéndose, parecía que duraba años, finalmente un poste se venció partiéndose a la mitad como si solo fuera un palillo para los dientes. Los cables se soltaron y sacaron chispas cayendo en los charcos donde no hacía más de 2 minutos habíamos estado todos.
En ese momento se observo como la energía se corto de tajo. Todas las luces que estaban prendidas ahora estaban apagadas, los cables no sacaban más chispas y el alumbrado público comenzó a titilar hasta que finalmente quedo en completa oscuridad.
Fue hasta ese momento cuando me di cuenta que ya se había hecho de noche, habíamos estado todo el día tratando de liberar el flujo del agua sin conseguir siquiera que bajara el nivel.
De los edificios comenzaron a caer pedazos de escombros, trozos de pared, de fachada y algunos trozos de herrería de puertas, ventanas o barandales de los balcones.
De un segundo a otro los balcones de mi edificio se vinieron abajo, como si los hubieran arrancado, empezando por el que estaba en el último piso fueron cayendo uno sobre otro hasta que terminaron todos en el suelo.
Un edificio de la equina, de los nuevos, se vino abajo por completo, levantando una gran nube de polvo, se escucho un estruendo detrás de nosotros, el edificio de enfrente también se venía abajo, no tan rápido como el nuevo pero se derrumbaba.
Mi edificio se venció y comenzó a caerse completo de lado, pero el edificio vecino hizo lo mismo cayendo hacia el otro lado y así fue como atrancaron, recargados uno en el otro lograron mantenerse en pie.
De la pensión que está cerca se escuchaba como los coches que estaban dentro se movían como canicas en una caja y chocaban entre ellos.
Finalmente el terremoto termino. No pudimos hacer otra cosa más que recordar el terremoto del 85 que casi acaba con el DF.
Comenzamos a preguntar si todos estábamos bien y a organizar las brigadas que irían a revisar los inmuebles que se habían caído con el sismo.
Se escuchaban ambulancias por todos lados, sirenas de patrullas de todas las ramas de la policía circulaban la ciudad valorando daños, reportando las condiciones y ayudando a los damnificados.
La imagen no era buena, cubiertos de lodo y organizados en pequeños grupos de ayuda, se nos asigno que tarea deberíamos de cumplir.
La noche se veía negra, como boca de lobo, era una noche fría y con olor a podredumbre, tierra y hasta me atrevería a decir que con olor a sangre.
No se le veía el fin a la noche de navidad.
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